Ser o poseer?

70374938_10161953751670315_555128220974841856_nQue levante la mano quien nunca fue un poco exhibicionista, quien nunca posteó fotos en las redes para lucir el cuerpo, la ropa, lo inteligente que es, las películas que ve, los países que ha visitado o la comida que ya ha probado?  No creo que hayan muchos.  Bienvenidos a la era del voyerismo contemporáneo! Bienvenidos a la necesidad de validaciones en línea en un mundo donde la invisibilidad se hace notar a cada día.  Recibo un like, luego existo.  La sobreexposición nos lleva por senderos laberínticos y muchas veces nos suelta por lugares que nunca habíamos explorado.  La comunicación global es instantánea.

La paradoja de todo esto, es que nunca estuvimos tan incomunicados.  Una sociedad tan inmersa en la soledad de su pantalla, que, pensando bien, no sé cómo los cafés consiguen existir.  Ya han notado cómo cuando vamos a los cafés, encontramos a muchos “inmersos en la soledad de sus pantallas” sólo que en un lugar público?  Hay quienes piensan que las reuniones familiares de los domingos podrían muy bien suceder por whatsapp.  Es a ese tipo de pensamientos al que nos puede llevar el estar “conectados”.

Cómo nos relacionamos con la tecnología?  Hemos llegado a cancelar alguna reunión o encuentro de amigos para quedarnos en casa, chequeando el Instagram o el Facebook?  Qué sucedería si nos pagaran para entrar en la vida de otras personas de manera anónima (que es lo que hacemos cuando entramos en las redes)?  De seguro no exigiríamos remuneración.  Es algo que engancha, que atrae.  Parece distopía (el lado B de la utopía) pero no lo es.  Es la realidad.

Al menos lo es en el libro Kentukis, escrito por Samantha Schweblin, una de las voces más potentes de la literatura argentina y latinoamericana contemporánea.  Su prosa delicada y al mismo tiempo industrial me cautivó al primer capítulo.  Antes mismo de comenzar el libro, en la primera página, se lee:

Nos contará usted de los otros mundos

allá entre las estrellas,

de los otros hombres,

de las otras vidas?

La mano izquierda de la oscuridad

Ursula K. Le Guin

Cómo no me iba a gustar? Me encanta cuando el autor hace un tipo de referencia con la cual me identifico.

Este es un ciber libro que habla de lo absurdo y trágico que pueden ser algunas relaciones familiares, la erotización online de los adolescentes, conflictos de parejas, la soledad que nos aqueja.  Historias entrelazadas de vidas alrededor del mundo que se van cruzando de manera tan real que podrían ser ficticias.  Después de todo, de qué nos sirve vivir sin experimentar todos los sentimientos que nos embargan el alma cuando salimos, viajamos, conocemos otras historias y realidades, cuando amamos?

Imagínense entonces que exista la posibilidad de estar en lugares que nunca hubieras imaginado, sentir, tocar, oler, experimentar todo lo que siempre has anhelado.  Es por medio de peluches llamados Kentukis, manejados por controladores a distancia y los usuarios compradores que las vidas de los personajes se van mostrando.  Ese vínculo existente entre los muñecos, sus usuarios y quienes lo controlan es lo que hace la historia tan humana y verdadera.  Resulta que el invento cibernético nos deja un interrogante.  En esta vida impiedosa, qué queremos ser? Muñeco, usuario, controlador?

Emilia pensó que eso era mucho dinero.  Y tardó un segundo más todavía en darse cuenta de que su hijo le había comprador a ella la conexióna un kentuki, y en cambio, para él, se había comprador un kentuki real, uno como el que Eva tenía en Erfurt.  Prefería su hijo “tener” a “ser”? Y qué le decía eso de su propio hijo? No quería descubrir nada incómodo, y aún así, si la gente podía dividirse entre los que eran “amos” y los que preferían “ser”, la intranquilizaba estar del lado opuesto al de su hijo.