Bowie. For ever and ever.

Como as pessoas experimentam a morte?  Que pensamentos habitam o cérebro quando estamos nas curvas finais da existência?  Todos sabemos da nossa impermanência no plano terreno, mas ninguém se atreve sequer a pensar nesse processo.  É quase um tabú, proibido falar em público.  David Bowie, na genialidade que sempre o acompanhou, trouxe o tema para o primeiro plano de maneira voraz, feroz, brutal e belíssima! Aliás, como tudo o que arquitetou e projetou em vida e na morte.

Eu nem lembro qual foi o momento que o vi pela primeira vez.  Deve ter sido lá pelos anos oitenta.  This is not America (com Pat Metheny Group), Let’s Dance, Never Let Me Down, Blue Jean, Heroes.  Na época que vi Ashes to Ashes, Sound and Vision, Changes, Life on Mars e Space Oddity, já havia me possuído!  Fiquei encantada com o fato de ele parecer de outro planeta, outsider, freak, exilado do mundo.  Ele era a própria voz de pessoas como eu que estavam na busca de si mesmas neste sistema que parecia lunar.  Eu, uma menina na pequena cidade do Panamá, que nunca tinha pegado um avião, ou que nunca havia atravesado o oceano, ainda com muito que viver.  Essa voz caleidoscópica que ecoava pelas rádios, na televisão, nas fitas cassettes e que falava com esse tom grave sobre desilusão, pertencimento, abandono, amor.

Fast forward para setembro de 1990.  Eu, já tinha adotado o Brasil como minha segunda pátria.  Bowie se apresentou no estádio do Palmeiras e eu estava lá.  Era o Sound and Vision Tour.  Paulo estava trabalhando e tinha conseguido ingresso para mim, sabendo da minha idolatria. Davy Jones, The Thin White Duke, Aladdin Sane, Ziggy Stardust, Halloween Jack, Major Tom, Mr. Newton. David Bowie. Inesquecível.

Foi com esses pensamentos fervilhando na minha cabeça (e umas doses de vodka), pensando no Bowie, como um eterno adeus ao Deus, que assisti Lazarus.

Ten, Nine, Eight, Seven, Six, Five, Four, Three, Two, One, Lift off…

lazarus foto 2                                                       Foto divulgação: Flavia Canavarro

Peguei umas pílulas de proteína, botei o meu capacete e lá fomos, meu amigo Mr. K. e eu ver o que estivemos esperando para assistir fazia umas semanas.  Lazarus.  O musical escrito por David Bowie e o dramaturgo irlandês, Enda Walsh, foi inspirado no livro O Homem que Caiu na Terra, de Walter Tevis.  São dezoito músicas escolhidas pelo próprio Bowie, narrando a eterna busca do homem por si mesmo e o seu lugar no mundo, mesmo que ele tenha só 365 dias para descobrir o que fará nesse seu derradeiro ano.

A montagem brasileira teve um time à altura.  Direção geral de Felipe Hirsch, direção de arte de Daniela Thomas e Felipe Tassara, direção musical e arranjos de Maria Beraldo e Mariá Portugal, e um elenco encabeçado por Jesuita Barbosa, Bruna Guerin, Carla Salle, Erom Cordeiro, Luci Salutes, Natasha Jascalevich, Olivia Torres, Rafael Losso e Valentina Herszage.

Que presente.  Um presente de David para todos os que brilham cada vez que escutam as suas músicas, para aqueles que agora tem uma voz e que ainda lutam para encontrar um lugar nesse espaço cada vez mais esquisito.  Lazarus é una historia de morte, de amor, uma história cósmica, uma experiência mental.  Tempo e espaço sem ordem definida.

“All things begin and end in eternity”.

Ser o poseer?

70374938_10161953751670315_555128220974841856_nQue levante la mano quien nunca fue un poco exhibicionista, quien nunca posteó fotos en las redes para lucir el cuerpo, la ropa, lo inteligente que es, las películas que ve, los países que ha visitado o la comida que ya ha probado?  No creo que hayan muchos.  Bienvenidos a la era del voyerismo contemporáneo! Bienvenidos a la necesidad de validaciones en línea en un mundo donde la invisibilidad se hace notar a cada día.  Recibo un like, luego existo.  La sobreexposición nos lleva por senderos laberínticos y muchas veces nos suelta por lugares que nunca habíamos explorado.  La comunicación global es instantánea.

La paradoja de todo esto, es que nunca estuvimos tan incomunicados.  Una sociedad tan inmersa en la soledad de su pantalla, que, pensando bien, no sé cómo los cafés consiguen existir.  Ya han notado cómo cuando vamos a los cafés, encontramos a muchos “inmersos en la soledad de sus pantallas” sólo que en un lugar público?  Hay quienes piensan que las reuniones familiares de los domingos podrían muy bien suceder por whatsapp.  Es a ese tipo de pensamientos al que nos puede llevar el estar “conectados”.

Cómo nos relacionamos con la tecnología?  Hemos llegado a cancelar alguna reunión o encuentro de amigos para quedarnos en casa, chequeando el Instagram o el Facebook?  Qué sucedería si nos pagaran para entrar en la vida de otras personas de manera anónima (que es lo que hacemos cuando entramos en las redes)?  De seguro no exigiríamos remuneración.  Es algo que engancha, que atrae.  Parece distopía (el lado B de la utopía) pero no lo es.  Es la realidad.

Al menos lo es en el libro Kentukis, escrito por Samantha Schweblin, una de las voces más potentes de la literatura argentina y latinoamericana contemporánea.  Su prosa delicada y al mismo tiempo industrial me cautivó al primer capítulo.  Antes mismo de comenzar el libro, en la primera página, se lee:

Nos contará usted de los otros mundos

allá entre las estrellas,

de los otros hombres,

de las otras vidas?

La mano izquierda de la oscuridad

Ursula K. Le Guin

Cómo no me iba a gustar? Me encanta cuando el autor hace un tipo de referencia con la cual me identifico.

Este es un ciber libro que habla de lo absurdo y trágico que pueden ser algunas relaciones familiares, la erotización online de los adolescentes, conflictos de parejas, la soledad que nos aqueja.  Historias entrelazadas de vidas alrededor del mundo que se van cruzando de manera tan real que podrían ser ficticias.  Después de todo, de qué nos sirve vivir sin experimentar todos los sentimientos que nos embargan el alma cuando salimos, viajamos, conocemos otras historias y realidades, cuando amamos?

Imagínense entonces que exista la posibilidad de estar en lugares que nunca hubieras imaginado, sentir, tocar, oler, experimentar todo lo que siempre has anhelado.  Es por medio de peluches llamados Kentukis, manejados por controladores a distancia y los usuarios compradores que las vidas de los personajes se van mostrando.  Ese vínculo existente entre los muñecos, sus usuarios y quienes lo controlan es lo que hace la historia tan humana y verdadera.  Resulta que el invento cibernético nos deja un interrogante.  En esta vida impiedosa, qué queremos ser? Muñeco, usuario, controlador?

Emilia pensó que eso era mucho dinero.  Y tardó un segundo más todavía en darse cuenta de que su hijo le había comprador a ella la conexióna un kentuki, y en cambio, para él, se había comprador un kentuki real, uno como el que Eva tenía en Erfurt.  Prefería su hijo “tener” a “ser”? Y qué le decía eso de su propio hijo? No quería descubrir nada incómodo, y aún así, si la gente podía dividirse entre los que eran “amos” y los que preferían “ser”, la intranquilizaba estar del lado opuesto al de su hijo.

El cementerio de las almas literarias

Toni Morrison falleció.

download

Una de las escritoras americanas que mejor sabía contar historias sobre seres humanos en este mundo.  Eso es lo que todos los “entendidos” dicen.  Yo aún no me sumergido en sus escritos, pero desde hace tiempo está en mi lista; aquella lista de la que siempre hablo, pero que no existe físicamente.  Está en mi cabeza…una de las pocas cosas que me gustan guardar en la memoria, visto que ni mi número de celular me sé!

Toni Morrison se fue.  Qué tristeza para sus familiares, pero qué alegría para ella que pudo vivir la plenitud de una vida llena de historias fantásticas y de gente querida a su alrededor.  Premio Nobel, Pulitzer, libros adorados, una legión de seguidores y lectores que imagino crecerá aún más ahora después de su partida.  Curiosidad mórbida, tal vez? O deseos lectura validada por el fallecimiento?

A dónde se van todos esos escritores que siempre nos acompañan en momentos de alegría, de tristeza o tedio, cuando se mueren?  Hacia dónde se dirigen esos que nos enseñaron y nos susurraron palabras al oído o que se  fueron directo al corazón? No sé hacia dónde van, lo que sí sé es que gano algo dentro de mí.  Algo que sólo él o ella y yo poseemos.  Una eterna complicidad secreta entre dos personas que se aman y que saben que se tendrán por siempre.  Algo parecido al amor retratado en la película de Jim Jarmusch,  Only Lovers Left Alive, donde los vampiros Eve y Adam se aman a través de los siglos, en un maravilloso paseo de lujuria y amor.  Tal vez sea ese el verdadero sentido del matrimonio, que nunca fue del todo cierto para personas mundanas que pasan por el altar de una iglesia, pero que abren otras llaves de amores in(contenidos).  Es como si la muerte sellara un pacto de amor eterno.

Muchos de los escritores que venero y admiro, ya se habían retirado de este mundo cuando nací.  Woolf, Dostoyevsky, Chekov, Austen, Mansfield, Tolstoy, para citar algunos.  Con ellos, abrir el velo transparente que me separaba de ellos, fue más fácil.  Sin embargo, con Roberto Bolaño, García Márquez, Cortázar, Saramago, Ricardo Piglia la muerte me dejó medio huérfana de una voz coherente en este mundo de trevas.  Sentía que ellos eran los únicos que sabían lo que sentía y añoraba.  Pero la vida continúa y mis escritores siguen lléndose.

Jorge Luis Borges dijo que “cuando los escritores mueren, se transforman en libros, que, después de todo, no es una reencarnación tan mala.”

Cuando extraño a Bolaño,  busco uno de sus libros y lo abro.  Cualquier página me contenta.  Como una tragada de cigarrillo después de hacer el amor.  Esa conexión maravillosa que comienza cuando sostenemos el libro en nuestras manos y lo olemos, lo reconocemos como nuestro y leemos las marcas que dejamos en él o nos tiramos del paracaídas literario para lo que traiga, sea aventura, drama, dolor, sorpresas, no importa.  Es en ese momento, en ese preciso momento, cuando nos convertimos en cómplices del libro y nos damos cuenta de que es eterno.  No hay notas de fallecimiento.  Sólo las palabras que perduran en nosotros para siempre.

No Pertenezco a Este Siglo

Tarde calurosa en la ciudad de Panamá.  Las nubes disipándose y dejando un celeste triste en el firmamento.  Rosa María Britton acaba de fallecer, dice la nota luctuosa por la televisión.  Yo me preparaba para dar por terminada mi estadía en Panamá después de 20 días de fiesta, encuentro con amigos que hace mucho no veía, idas al museo y galerías de arte, un viaje a las tierras altas de la provincial Boquete junto a mi madre, otro al Pacífico de Playa Blanca y muchas salidas con mis hermanas, hermano, sobrinos, sobrinas, familia.  Hace cuánto no los veía y hace cuánto no los conocía.  Cuando se vive lejos de su tierra, todo parece tan lejos, todos parecen tan distantes y, al mismo tiempo, tan cercanos.  La persona que era ya no es más y los nuevos miembros cargan consigo la deliciosa ignorancia sobre sus antepasados.  Mi ignorancia también se muestra por debajo del velo de la distancia.  Cuánto que aprender!

En esta búsqueda de reconexión con las raíces, Rosa María Britton estaba en mi lista de libros por leer desde hace un tiempo.  Nada como la literatura para explicar las sutilezas del vivir y la idiosincracia del pueblo que te vió nacer, pero que no te vió crecer como persona.  Ganadora del premio literario más importante del país, el Ricardo Miró, esta obstetra, oncóloga y escritora se convirtió en una voz actuante en la cultura de Panamá, principalmente en en el ámbito de la literatura, siendo una de las piedras angulares de la Feria Internacional del Libro de Panamá.

Quizás ella no perteneciera a este siglo, o mejor dicho, a este país donde el prejuicio y la corrupción se esconden detrás de la religión y el moralismo.  O quizás sí.  Su tenacidad y personalidad inspiradora contagiaba a todos.  Si la doctora decía algo, había que prestarle atención.  Entre líneas literarias, siempre supo desviar el tema hacia temas relevantes, principalmente sobre educación sexual y bienestar como un todo.  Esa era la medicina que recetaba.  Ese es el respeto que una fructífera obra se ganó en un país de pocos lectores.

Dicen que un libro no se debe juzgar por su portada. Sin embargo, la insípida portada de esta edición de “No Pertenezco a este Siglo”, era sólo el preámbulo para la dolorosa tarea que me esperaba.  Literalmente.  Sustentar el libro en las manos era incómodo, dolía.  Para quien pasa horas con un libro en la mano, esto es de suma importancia a la hora de la sagrada lectura.  Segunda edición, con tiraje de mil ejemplares, la terrible impresión de la Editora Sibauste, con papel y fuente de dificil lectura, faltas de ortografía que muchas veces me hicieron parar para respirar hondo, (ab)uso de la letra itálica y otras catástrofes editoriales, me hicieron reflexionar sobre el dificil y penoso oficio de apoyar la producción nacional y también el de ser escritor en Panamá.  En un mundo globalizado, donde las ediciones americanas, españolas, inglesas y otras nos brindan la extraordinaria experiencia sensorial de la lectura de comienzo a fin, no debe ser facil conseguir publicar libros en un mercado que desalienta a sus lectores de este modo.

Dicho esto sobre la experiencia de la lectura, vamos a la obra, en sí.  “No Pertenezco a este Siglo” es una novela histórica que narra la saga de la familia Pérez Montoya a través de seis generaciones que van del siglo XVII a comienzos del siglo XX.  El trama humano, politico, cultural y socioeconómico de la Nueva Granada y el Istmo de Panamá, aún perteniente a Colombia, es un tema querido por quienes, como yo, desean desvendar esos ayeres para entender los presentes.  Una historia en donde el oro y la plata se funden a la sangre de los que anhelan alcanzar el poder en tierras recién colonizadas por ladrones y aprovechadores.  Historias que nos explican la genesis del codiciado poder, disfrado y limpiado con oro.  Britton nos muestra con esta familia, cómo un cualquiera, don nadie, pobre labriego de Asturias se convierte, por medio del contrabando y el comercio ilícito en uno de los personajes más ricos e influyentes de Bogotá en los inicios del siglo XVIII.  Cuántos de estos personajes ilustres no habrán hoy en día!  Aquellos que por medio de la sangre de otros alcanzaron fortuna y prestigio.

Temas relativos a la aventura humana, a la mujer subyugada, al amor, a la traición, al poder, la esclavitud, el machismo, a las esferas sociales que bailan al son de la hipocrecía, la amistad, la paternidad, la maternidad, los intereses comerciales y políticos que llevaron a Panamá a ir tejiendo su identidad y ser como es hoy en día.  Son tantos temas abordados que resulta difícil enumerarlos todos.  El trabajo de recopilación de fuentes documentales de Rosa María Britton consigue hacer una historia de gente que, ficticia o no, nos muestra con la mejor fuerza narrativa, de dónde vinimos, cómo fue nuestro pasado y cómo podemos continuar nuestra historia.

Esta es la historia de una familia y sus desventuras por un país joven, pero con un futuro que, visto desde el presente, se podría decir que es victorioso.  Definitivamente, “No Pertenezco a este Siglo” es lectura obligatoria para los panameños a quienes les gusta submergerse en aguas turbulentas, con luchas y victorias que nos dejan con el gusto de haber vivido una gran experiencia.

No pertenezco a este siglo.  Algo murió dentro de mí cuando las campanas de San Ignacio anunciaron que amanecía el siglo veinte.  No pertenezco a este siglo, que fue recibido con tanta esperanza y pompa por los hombres que conceden importancia al devenir de los tiempos.  La naturaleza, por un capricho, ha conservado mi vida hasta ahora, cuando ya debería estar muerto y enterrado bajo esta tierra que se desangra y divide en luchas fraticidas.

No pertenezco a este siglo: Me repito, divago.  Soy viejo, demasiado viejo, pero mi mente se niega a extinguirse, como si aún tuviera la capacidad de cambiar los hechos.  Si por lo menos el intelecto se doblegara ante las exigencias del tiempo, como se ha doblegado mi cuerpo.  Ojalá fuese mía esa bendita ausencia de los viejos amigos…! A los que aún quedan con vida, solamente les interesa la fuerza del chorro de la orina o si sus dentaduras se ajustan a encías desgastadas por los rigores de la edad.  Nada les preocupa excepto el goteo implacable de minutos y segundos que presagia la muerte.  Viven en una eterna contemplación de un pasado que les parece glorioso mientras que yo, José Hilario Pérez Montoya, ex-Senador de la República de Colombia, testigo de sesenta años de vida republicana, político, conspirador; a veces mártir y otras verdugo, me pregunto si en algo contribuí a este último desastre y me atormento pensando que quizás…quizás?

3927940_n_vir3

O Peso do Pássaro Morto

One Art

By Elizabeth Bishop

The art of losing isn’t hard to master;

so many things seem filled with the intent

to be lost that their loss is no disaster.

 

Lose something every day. Accept the fluster

of lost door keys, the hour badly spent.

The art of losing isn’t hard to master.

 

Then practice losing farther, losing faster:

places, and names, and where it was you meant

to travel. None of these will bring disaster.

 

I lost my mother’s watch. And look! my last, or

next-to-last, of three loved houses went.

The art of losing isn’t hard to master.

 

I lost two cities, lovely ones. And, vaster,

some realms I owned, two rivers, a continent.

I miss them, but it wasn’t a disaster.

 

Como começar a escrever sobre uma história cuja estrutura narrativa não começa com “Era uma vez…”?  Uma história que começa aos oito e não no nascer da vida? Ou será que a vida pode nascer aos oito? E não é que tem uns que nunca nascem e outros que nunca morrem?  Aline Bei, Aline Bei, não faz isso comigo.  Ou faz, por que não? Nesse mundo era-uma-vez, onde as pessoas são condicionadas a seguir uma estrutura linear, um “timeline” cronológico para entender mais facilmente a existência que se perfila como fácil, a literatura nos oferece uma miríade de possibilidades de contar uma história e ajudar-nos no entendimento dela.  Histórias de melancolia, de alegrias, de perdas, de ganhos, de conquistas, de derrotas.  Kafka, Vonnegut, Woolf, Mãe, Murakami, Shakespeare, Machado de Assis, só para citar alguns que quebraram e quebram essa linha do tempo.  Eu sou amante dessas estruturas quebradas, de começos pelo fim ou fim pelo começo; esse tornar a história da vida mais real e menos pasteurizada.

O Peso do Pássaro Morto, da Aline Bei, quebra essa estrutura, dividindo os capítulos em idades que vão dos oito aos 52 anos, todos com uma linha delicada que conduz a perda.  Um tema recorrente na humanidade desde todos os tempos, e que, hoje faz-se mais presente com as redes sociais, que nos jogam as verdades e as mentiras na cara.  A cada idade (8, 17, 18, 28, 37, 48, 49, 50 e 52), a perspectiva de vida diferente e a oportunidade de crescer e amadurecer junto com a personagem (sem nome) fizeram com que eu entrasse no livro em primeira pessoa e assumisse a história de maneira pessoal, pois a voz dela se fundia com a minha.

“perguntei pra minha mãe:

-o que é morrer?

ela estava fritando bife pro almoço.

-o bife

é morrer, porque morrer é não poder mais escolher o que

                farão com a sua carne.

quando estamos vivos, muitas vezes também não escolhemos.

mas tentamos. 

almoçamos a morte e foi calado.”

O efeito gráfico usado parece que dá mais sentido a essa vida contada em letras minúsculas, com linhas que continuam títulos, cursivas, parágrafos cortados, palavras divididas, parêntesis vazios, pontos de exclamação separados das frases e margens…muitas margens para recobrar o fôlego.  É prosa ou é poesia? A leveza das palavras seguidas de timbres mais ásperos dá uma sensação de coisa boa.  Tanto faz o gênero.  A história da Bei se conta como a vida mesma.  Às vezes poesia, outras prosa, depois tragédia e assim vai.

Apesar das muitas perdas que a personagem principal de “O Peso do Pássaro Morto” sofre, ela não deixa morrer a esperança que existe no seu coração.  Sem a esperança, o que mais resta?  Justamente, é esse paradoxo entre o céu e o inferno, o que transforma a trama em algo comum, de uma pessoa comum vivendo uma vida comum.  No entanto, a forma é o que a converte em uma obra deliciosamente diferente.  O constante chegar ao fundo do poço para voltar para cima resgatar o ar, olhar o céu e dizer ainda não.  Ainda não me leve desse mundo injusto, mas belo.  Não me tire a beleza da vida que, apesar de injusta, é a que me faz feliz ou simplesmente existir.

Lendo “O Peso do Pássaro Morto” perdi, ganhei, fui violentada, fui presenteada, sofri, mas vivi.  Vivi a vida dessa menina-moça-mulher forte, guerreira, frágil e amorosa que a existência tratou sem piedade.  Mas ela fez o que pôde para que não passasse despercebida e, assim, pudesse deixar a sua assinatura nessa terra cruel que pisamos.

Ah, mas deve ser um livro difícil de ler, com tanta dor.  Não!  É curto, com apenas 161 páginas de texto fluido, leve e infinitamente poético.  Oh, quanta poesia! Por vezes, me pegava declamando, ou chorando ou rindo alto.

“-é um menino. – o medico disse

e colocou o bebê

no meu colo.

eu estava chorando

de cansaço,

olhei praquela criança

também chorosa, ela que

não fazia ideia

do que é no mundo nascer um menino,

alguém precisa contar.

não da parte física, claro,

isso ele vai descobrir sozinho

e muito rápido,

alguém precisa contar da outra parte, doutor,

as mulheres abusadas nas trincheiras e

nos viadutos

não estão nos livros de história.

os ditadores sim

todos em itens

numa longa biografia.

olho pro meu Filho,

ele está

quente,

magro demais.

a enfermeira pega ele de volta

todo mundo está sorrindo

e eu precisando contar

pro menino

tanta coisa,

a maioria

triste.”

Não é de surpreender que o livro ganhasse o Prêmio São Paulo de Literatura, de 2018, na categoria Melhor Romance de Autor com Menos de 40 anos.  Temas fundamentais na vida, como a maternidade, o estupro, relação mãe-filha, filhos indesejados, depressão pós-parto, gravidez precoce, abandono paterno, maltrato animal, amor animal, violência contra a mulher, autoconhecimento e alguns outros, fazem desse romance estreante uma voz contemporânea que vale muito ser ouvida.  Ou lida.

97ba8bdb-82e7-49ce-99fd-7cb4eff2703b

Detalhe da foto: Óleo sobre tela. Flores, 2016. Por: Abuelita, incursionando no universo pictórico pela primeira vez aos seus 97 anos!

Nutshell, Ian McEwan

I’ve heard it argued that long ago pain begat consciousness.  To avoid serious damage a simple creature needs to evolve the whips and goads of a subjective loop, of a felt experience.  Not just a red warning light in the head – who’s there to see it? – but a sting, an ache, a throb that hurts.  Adversity forced awareness on us, and it Works, it bites us when we go too near the fire, when we love too hard.  Those felt sensations are the beginning of the invention of the self.  And if that Works, why not feeling disgust for shit, fearing the Cliff edge and strangers, remembering insults and favours, liking sex and food? God said, Let there be pain.  And there was poetry.  Eventually.

First time reading Ian McEwan.  Man, what a prose.  The writing so perfectly formed, beautiful and clever.  Think I’m falling in love.

nutshell

 

El hechizo de la Gioconda

Acabo de terminar.  El corazón acelerado y los ojos llenos de lágrimas.  Lágrimas de asombro y de alegría de quien acaba de leer una obra que encanta.  Qué prosa mágica nos regala Gioconda Belli con Sofía de los presagios! Sorprendente, sensual y fascinante es lo que podría decir de esta novela que me capturó y me hizo acostarme tarde por varias noches! Un viaje mágico y místico por la Nicaragua que no conozco, de la mano de este personaje femenino, Sofía, cuyo poder y lujuria por la vida me hechizó.  La búsqueda incesante de un lugar al cual pertenecer, una identidad, un país.  Sofía representa esa capacidad que tenemos las mujeres de no doblegarse hacia los infortunios de la vida y a buscar siempre esa ruta que le explique los por qués y que la lleve a encontrar esa paz tan anhelada por ella.  Esa paz de espíritu que muchos deciden abandonar por el sendero de la vida tortuosa.

Gioconda Belli es reconocida como una de las voces más poderosas y una de las grandes narradoras de nuestro tiempo. Cómo capturar a los lectores desde el inicio:

Es de noche y el mundo está quieto.  Hay que entrar de puntillas al Diriá, pueblo de brujos, pueblo que crece sobre el cerro que en lo alto se quiebra y baja hacia la inmensa laguna de Apoyo.  Las luces están apagadas.  El pueblo duerme apoyado en el reflejo del agua.

O cuando la Sofía, con la testarudez que la caracteriza, intenta hechizar a una de sus “víctimas”:

Están mojadas las piernas de Sofía sólo de imaginar todo esto a espaldas de Fernando que sigue andando, conduciendo el caballo de las bridas.  Ya se ve la silueta de la casa cuando ella decide que quiere incitarlo, prepararlo como un acólito para la celebración del santo sacramento y le dice:  – Sabes qué Fernando? Te voy a prestar un libro que siempre recuerdo cuando me traés a la hacienda…

Le prestará el libro, él comerá la manzana y ella podrá actuar sus fantasías.  – No sé leer, doña Sofía – contesta Fernando.

Se baja rabiosa.  Le da rabia René que tiene un mandador que ni siquiera sabe leer.  Le ordena a Petrona que le prepare el agua tibia del baño y se baña como desaforada, intentando hacer ella de hombre consigo misma, pero el placer no vien, se lo lleva la cólera.

Conversando con su amiga Gertrudis, ella describe la capital que Sofía no conoce:

Managua es una ciudad sin padres, dice Gertrudis, un engendro de los cataclismos, una ciudad que se repite en ciudades pequeñas y desoladas a lo largo y ancho de las rutas de buses, es una ciudad donde falta luz y la laguna que da agua no entiende que no debe secarse, es una ciudad con cuevas de Ali Baba, barrios donde habitan los cuarenta ladrones, una ciudad que podría haber sido linda, lindísima, como una postal de esas que venden en los países donde hemos ido, con un lago que se ve a lo lejos y volcanes, pero la ciudad les da la espalda, no les ve a ellos, ni a las lagunas que tiene en el medio de su corazón donde desaguan causes de lodo, es una ciudad con carreteras que parecen anchas pero que no lo son porque los hoyos en el pavimento obligan a los conductores a viajar en estrechos precipicios de asfalto, es una ciudad de locura…

Sofía, contando sus sueños:

Lo malo es que son como los sueños, le dice, uno los ve claros en la mente, pero luego no existen las palabras ni siquiera para contárselos uno misma.  Cómo hablar, por ejemplo de un tiempo espeso como melcocha de dulce que uno estira de un lado al otro o lo anda detrás como perro?  Cómo hablar de casas con el techo en el piso, ventanas en el colchón de la cama, lavamanos-almohadas, mesas que se doblan como sábanas…si te lo digo y no te estoy diciendo nada porque además nada es como te lo dije, a lo mejor apenas se parece…pero yo sé que son recuerdos, que estoy recuperando los ojos de la infancia.

 

Cómo será oir la voz de un muerto que uno ha querido?

 

Tenía una amiga muy querida que le repetía incesantemente que su problema era esa reticencia a soltar las amarras y navegar en los océanos amplios de las pasiones incontroladas que daban a la vida el matiz de aventura del cual él parecía evadirse una y otra vez.

Nunca se terminan los descubrimientos literarios.  Gioconda Belli.  Nicaragua.  América Central.  Un poco de mí misma en esta historia.

Ahora voy por El país de las mujeres.

IMG_0178

 

 

 

 

 

 

Futebol é arte. É literatura.

Perguntando para muitas pessoas se estão animadas para a Copa do Mundo na Russia, a resposta tem sido “Não estou nem aí para o futebol.” Muitos torcem o nariz, achando talvez não haver cultura nessa atividade.  Para mim, assistir um jogo de futebol tem a ver com criatividade, surpresa, agonia, sofrimento, alegria, clímax.  Não são esses os componentes de uma boa obra?  Pesquisando na internet, descobri muito do que já sentia: Literatura e Futebol podem ser mencionados na mesma sentença! Futebol é um tema decisivo para a literatura brasileira.  Como não lembrar do pernambucano Nelson Rodrigues (tricolor fanático) e suas crônicas em jornais e revistas? “O “entendido” só não se torna abominável porque o ridículo o salva”, “Quem paga e quem perde as partidas é a alma”, “a arbitragem normal e honesta confere às partidas um tédio profundo, uma mediocridade irremediável.” O que ele escrevia era sem dúvida literatura.  Carlos Drummond de Andrade, no livro “Quando é dia de futebol”, homenageia Garrincha e termina uma crônica com uma recomendação: “Vai brincar, pois para isso nasceste.” São muitos os que escreveram sobre futebol.  Desde Graciliano Ramos até Rubem Fonseca. Mas vou deixar aqui, uma preciosidade da Clarice Lispector, botafoguense do coração: entrevista com Zagallo publicada no Jornal do Brasil de 28 de março de 1970.

 

http://memoria.bn.br/docreader/DocReader.aspx?bib=030015_09&PagFis=5220&Pesq=lispector+futebol

Deixai as crianças brincar!

Conversar sobre literatura é um dos temas que mais me fascinam e despertam a minha curiosidade sobre novos livros e novas narrativas.  Surpresas agradáveis em reuniões entre amigos, quando alguém comenta sobre livros que você já leu ou que gostaria de ler mas faltava aquele empurrãozinho.   E a surpresa vem com um gosto especial quando se trata de adolescentes que leem.  Eu não gosto muito de generalizações do tipo “brasileiro não lê” ou “adolescentes não gostam de livros”.

Para exemplificar, duas surpresas agradabilíssimas:  um garoto de aproximadamente 16 anos, numa festa entre amigos, lia Nietzsche Em Busca do Super Homem, de Voltaire Schilling. Um livro sobre a vida deste importante filósofo, literato, crítico, músico, ideólogo.  Seu talento inspira e provoca até os dias de hoje.

A outra supresa, veio de uma garota de aproximadamente 12 anos, cujo gosto literário me inspira e me faz ter esperança nos jovens.  O livro em questão: “Maus – A história de um sobrevivente”, uma das melhores obras já feitas sobre o holocausto na Segunda Guerra.  É uma história em quadrinhos escrita pelo americano Art Spiegelman, construida a partir do relato real de Vladek Spiegelman, pai do autor, que sofreu nos campos de concentração.

Fiquei pensando nesses garotos e nos filhos de amigos que também gostam de ler.  O que os torna especiais e o que eles podem nos oferecer, em termos literários?  Muito.  É como se olhássemos para a continuação dessa construção de sermos humanos.  Nos dias de hoje, é imperativo!

Moonlight

When I think of The Netherlands, Van Gogh comes to mind.  His nights and his days. The history that surrounds him and his beloved brother.  Paintings that you can’t get out of your mind.  And then, this morning, Patti Smith posted on her Instagram account about another Dutch genius:  Rembrandt van Rijn (1606 – 1669).  His landscape and moonlight paintings are just mesmerizing.  As Patti Smith is in Amsterdam, she posted this with a picture of the lamp outside her window:

This is the lantern outside my window.
I awoke suddenly and it was 5 am.
It was too cloudy to see the full
moon but I could feel it. Looking
down at the canal I thought about
Rembrandt who once lived close by.
I imagined him walking in the night
regarding the effect of moonlight
on the water. I imagined him moved
by unfolding dawn. I imagined him
returning home; entering his studio,
and picking up a brush as the morning
light poured through his window.
rembrandt